Adiós al Volvo S90 en EE.UU.: esta es la razón clave
El sedán más grande de Volvo, el S90, deja de comercializarse en Estados Unidos, víctima de los elevados aranceles a las importaciones chinas
El Volvo S90 se despide del mercado estadounidense. Crédito: Volvo. Crédito: Cortesía
En un mundo automotor cada vez más centrado en los SUV y la electrificación, las berlinas tradicionales enfrentan desafíos importantes.
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Y en ese contexto, Volvo ha tomado una decisión estratégica que marca el final de una era: el sedán insignia de la marca sueca, el Volvo S90, ya no estará disponible en el mercado de Estados Unidos.
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Esta determinación no se debe únicamente a un cambio de gustos entre los consumidores, sino a una combinación de factores políticos y económicos que han hecho inviable su comercialización.
Aunque elegante, eficiente y tecnológicamente avanzado, el S90 ha sido víctima colateral de una guerra comercial que va mucho más allá de las salas de exhibición.
El impacto de los aranceles: el verdadero culpable
“El gran problema de Volvo con el S90 es que este modelo se fabrica en China y se importa a Estados Unidos”, explicó un portavoz de la marca. Y es ahí donde empieza la historia.
Desde el año 2018, el Volvo S90 ha sido ensamblado en la planta de Daqing, en China, una instalación clave dentro de la red de producción del grupo Geely, propietario de Volvo desde 2010.
Esta decisión estratégica permitió a la marca optimizar costos y acercarse a uno de sus principales mercados: Asia. Sin embargo, tuvo un efecto contraproducente en otros territorios, especialmente en Norteamérica.
Con la imposición de aranceles del 125% a las importaciones de vehículos fabricados en China, impulsada durante la istración de Donald Trump, el modelo dejó de ser económicamente competitivo.
A pesar de que el sedán nunca fue un superventas en Estados Unidos, el aumento en los costos de importación lo colocó en una posición insostenible para la marca.
Un modelo poco rentable en territorio estadounidense
Durante los primeros meses de 2024, Volvo apenas logró comercializar 1,364 unidades del S90 en todo el territorio estadounidense. La cifra, si bien modesta, no justificaba mantener una operación de importación bajo condiciones arancelarias tan agresivas.
“Para Volvo es más fácil suspender su importación a venderlo por más precio”, añadieron desde la firma. Si la compañía hubiera intentado mantenerlo a la venta, el precio final para el consumidor habría superado el de modelos comparables de Mercedes-Benz o BMW, dejándolo sin posibilidades reales en términos de competitividad.

Actualmente, el S90 híbrido tiene un precio base de $58,000 dólares, mientras que la variante híbrida enchufable asciende a $65,000 dólares. Pero con el 125% de arancel, ese valor podría haberse duplicado, situándose en cifras imposibles de sostener dentro de su segmento.
Tecnología, potencia y eficiencia que no fueron suficientes
Lo paradójico es que el Volvo S90 no es un mal producto, ni mucho menos. Al contrario: en sus versiones más completas, el sedán ofrece una experiencia que combina potencia, eficiencia y seguridad avanzada.
Con una potencia combinada de 455 caballos de fuerza y un consumo que alcanza las 66 millas por galón (mpg) en modalidad híbrida enchufable, el S90 se posicionaba como una alternativa ecológica y elegante para quienes buscaban algo distinto a las opciones alemanas.
Además, incluía un conjunto de sistemas de asistencia a la conducción de última generación, materiales de alta calidad en el habitáculo y un diseño sobrio pero imponente, características que encajaban con el perfil tradicional de Volvo.
Una decisión lógica desde el punto de vista empresarial
Más allá del impacto emocional que pueda tener entre los fanáticos de la marca, la retirada del S90 tiene todo el sentido desde el punto de vista financiero.
Vender una berlina de gran tamaño, con un volumen bajo y un margen reducido, se convierte en una apuesta peligrosa si se le añade un arancel del 125%.
Además, Volvo ya ha comenzado a redefinir su estrategia en Norteamérica. Su enfoque actual se centra en los SUV —una categoría mucho más demandada por el público estadounidense— y en la electrificación total de su gama.
Modelos como el XC90, XC60 y el compacto XC40, junto con las nuevas versiones eléctricas EX90, EX60, EX40 y EX30, están llamados a ser los pilares de la marca en los próximos años.
El efecto dominó: otras marcas también se repliegan
El caso del Volvo S90 no es aislado. Otras compañías automotrices europeas han tomado decisiones similares debido al complejo escenario geopolítico.
“Fabricantes como Jaguar, Land Rover, Lotus, Volkswagen, Porsche y Audi comunicaron que suspendieron sus envíos a Estados Unidos hasta conocer el impacto de los aranceles y revisar sus estrategias de mercado”, se indica desde la industria.
Para muchos fabricantes, la solución ha sido localizar la producción en América del Norte o bien enfocarse exclusivamente en vehículos eléctricos, que en algunos casos pueden beneficiarse de incentivos estatales si se ensamblan localmente.
¿Y el futuro del S90 fuera de EE.UU.?
Aunque el S90 se despide de Estados Unidos, su producción y venta continúan en otras partes del mundo. Mercados como Europa, Asia y América Latina todavía mantienen la demanda por sedanes ejecutivos, especialmente en contextos donde los SUV no han ganado tanto terreno o donde las regulaciones de emisiones favorecen a los híbridos enchufables.
En esos territorios, el S90 mantiene su estatus como buque insignia de la marca sueca, ofreciendo confort de alto nivel, conducción suave y tecnologías avanzadas de asistencia y seguridad.
La retirada del S90 es también una señal de lo que está ocurriendo en el mercado global: los sedanes, especialmente los de gran tamaño, están perdiendo terreno frente a los SUV.
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